El colapso emocional de Elon Musk: entre la genialidad, la autodestrucción y el poder sin límites
CODIGO32-SIPRED
"Ha perdido la cabeza", ha llegado a afirmar el mismísimo Donald Trump
Por Johan Rosario
La imagen de Elon Musk como genio visionario, capaz de conquistar el espacio, rediseñar la movilidad terrestre y alterar el curso de la inteligencia artificial, parece hoy oscurecida por un deterioro emocional cada vez más visible. No se trata de un simple episodio excéntrico de un multimillonario; se trata, posiblemente, del punto de inflexión de una crisis existencial alimentada por un consumo descontrolado de sustancias psicotrópicas.
Diversos reportes señalan que Musk ha hecho de la ketamina, el éxtasis y los hongos mágicos un hábito casi cotidiano. Lejos de ser herramientas de exploración interior en contextos rituales o terapéuticos, como se ha validado en estudios serios sobre la ayahuasca o los psicodélicos aplicados a traumas, en manos de alguien con poder ilimitado, acceso irrestricto y ningún freno externo, estas sustancias pueden ser dinamita para la mente.
El caso de Musk es particularmente alarmante porque su caída emocional no ocurre en privado. Se despliega en vivo, a escala global, arrastrando consigo decisiones empresariales erráticas, arrebatos digitales en redes, posturas ideológicas volátiles y, más recientemente, un abrupto distanciamiento de figuras políticas de alto calibre, como Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos. La ruptura entre ambos ha sido tan súbita como significativa, marcando tal vez el principio del aislamiento de Musk dentro del mismo sistema de poder que ayudó a moldear.
¿Puede un hombre con tanto alcance, influencia y fortuna ser enemigo de sí mismo? Todo parece indicar que sí. El uso indiscriminado de sustancias que requieren un profundo respeto espiritual y guía adecuada, como los hongos psilocibios o la ayahuasca, puede convertirse en una trampa mortal si se prescinde del marco chamánico que les da sentido. Lo que en su justa medida puede sanar, en exceso y sin dirección, desintegra.
Musk, con sus millones y su acceso ilimitado a todo, corre el riesgo de perder lo esencial: su equilibrio, su lucidez, su humanidad. Ojalá logre detener a tiempo el desborde. Ojalá encuentre no solo un terapeuta, sino un verdadero guía espiritual que le ayude a retomar el centro. Porque si no lo hace, el viaje de este moderno Ícaro podría terminar mucho antes de alcanzar su próximo sol.
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