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viernes, 5 de febrero de 2016

El lenguaje y la conducta de Hipólito Mejía no afecta a Luís Abinader

CODIGO 32
El lenguaje y la conducta de Hipólito es espontánea, natural y sin planificación, por lo que con sus últimos pronunciamientos y actitudes el expresidente no busca afectar la figura del candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM) Luís Abinader, como quieren hacer valer los peledeístas.

Por Arturo Taveras
(Fragmento del  Libro Las Vainas de Papá: léxico y ocurrencias de un presidente)
Papá o el guapo de Gurabo, como le apodan al ex presidente dominicano (2000-2004) ingeniero agrónomo Rafael Hipólito Mejía Domínguez, ha sido un hombre exitoso en sus empresas, sencillo, buen amigo, padre ejemplar, serio, sincero, con vasta experiencia social y política, hablante de dos idiomas: el español y el inglés, estadista y ducho en el manejo de la idiosincrasia del dominicano.
Sin embargo, todo ese bagaje en su  intelecto difiere mucho  de sus actuaciones espontáneas y del lenguaje que utiliza  como político, como hombre de negocios y como ente social. Muchas veces actúa sin pensar en las consecuencias de sus acciones y habla sin cuidar el contenido de sus palabras y al hacerlo, echa por tierra  la grandeza que le cobija. Pero esa es su forma natural de ser, sin máculas ni malas intenciones.
Su participación en  los cargos públicos que ha ocupado, desde el gobierno del fenecido presidente Antonio Guzmán Fernández (1978-1982)  hasta el 16 de agosto del 2004 cuando dejó el solio presidencial,  debería colocarlo a la altura de una persona  ilustre, con la capacidad y la madurez suficiente para dominar sus emociones, expresar con claridad  su pensamiento, sujetar su lengua y así  establecer control sobre su comportamiento verbal ante los periodistas.

Sus expresiones  corporales y verbales  socavan  la grandeza que traspasa la solemnidad que encierra la presidencia de la República a las personas que tienen el privilegio de ocupar ese lugar o cargo público tan solemne. Para Hipóliito la silla presidencial es como si fuera la de su abuela Mamá Bélica, sin valor connotativo..

Es que Papá sigue atado a sus influencias campesinas y lleva  sus ocurrencias infantiles y  las de su mocedad metidas en la cabeza, atrapadas entre los temporales que protegen su materia gris, donde guarda de manera celosa, como legajo de añoranzas, las vivencias de un pasado humilde y sin malas intenciones el que  estrella con  ímpetu contra la realidad de un presente cambiante, complejo y exigente.

Con actuaciones inapropiadas como su visita a la Nueva Barquita y sus pronunciamientos sobre el presidente Danilo Medina, Hipólito demuestra desconocer que la política es compleja y sociedad es heterogénea y  le restrega a todos por igual su comportamiento popular,  manifestado con lluvias de palabras que desvirtúan la esencia de su figura política y personal. Su léxico y ocurrencias caen en la ciudadanía, sobre todo en la clase social a la que pertenece, como meteoritos salidos de su agitado cerebro, capaces de destruirlo todo.
Hipólito es así y nadie puede hacerlo cambiar y mucho menos estando entrado en edad

Su forma de comportarse y de hablar en la esfera política tiene doble secuela: afecta a sus semejantes, a los que sin darse cuenta convierte en víctimas,   y se revierte  contra su persona y su  proyecto político. Las ocurrencias de Hipólito Mejía pueden compararse con el efecto espejo que proyectaba el escudo del dios “Perseo” contra la temible y hermosa   “Medusa”, reina del mar de Poseidón...

...La diosa Medusa aterrorizaba con su poder y su voz a los marineros en las aguas de los encantados mares oceánicos de la mitología griega, a los que con sus fuerzas hechizantes y sus encantos convertía en piedra, pero cuando Perseo utilizó su escudo como espejo para protegerse de los hechizos de Medusa, la diosa  cayó fulminada  por su propia fuerza destructora...Eso ocurre con Papá quien se destruye a si mismo con sus propias actuaciones, las que considera un encanto, las que disfruta y celebra como algo natural de su ser.

Ni siquiera los mas connotados estrategas y consejeros políticos han podido cambiar la conducta gurabera de antaño que con orgullo exhibe Papá, la cual discrepa del comportamiento social, moral y político que debe exteriorizar un hombre de su categoría para que se corresponda con su figura y con la investidura de un estadista.

Como si estuviera metido  en el pasadizo de un cuento de hadas, Hipólito  Mejía actúa igual que la mitológica Medusa y mantiene intacta su forma de hablar y de comportarse. Utilizó en el Palacio Nacional el mismo lenguaje  con que se dirige a su amigo de infancia El Viejo Cuadre, con el cual jugaba pelota,  así  como con los demás moradores de la Chichigua de Gurabo, su tierra natal. También hace lo mismo en sus reuniones con empresarios, políticos o intelectuales.

En Hipólito Mejía la frase del pensador chino Confucio  “todos somos iguales, pero nos diferenciamos en la practica”  carece de  valor, porque él no establece  diferencias de  status y desconoce que el comportamiento y la praxis de las personas generan una clasificación de estratos sociales que hacen disímiles   a los grupos que componen la sociedad.

Demuestra un profuso desconocimiento del rol del político y desconoció el comportamiento que debe exhibir el presidente de un país ante la ciudadanía, como primer hombre de la nación, la máxima figura del Estado, en quien se encarna el poder soberano que proviene del pueblo.

De manera errónea, cuando era presidente de la República, Hipólito Mejía le restó importancia y propiedad a tan alta investidura. Parecería que el cargo de gobernante sobrepasó su cabeza y aún lo arrastra como un objeto insignificante.
Con su comportamiento y su lenguaje invirtió los valores del solio presidencial,  al poner su persona  por encima de la primera figura ejecutiva del Estado. Siempre que hablaba en nombre del gobierno lo hacía en primera persona  “Yo”. Rompió el protocolo que se debe seguir en el Palacio Nacional y convirtió esa  casa de gobierno en el escenario de una comedia política,  al llevar hasta su despacho la francachela, el relajo y las comicidades campechanas. Además,  redujo la función de presidente del país a la categoría de un simple  “carguito”. Siempre lo ha dicho a modo de relajo:
“A cualquiera le gusta este carguito”

“Para un ministro es más perjudicial decir tonterías que cometerlas” Cardenal  de Retz, 1613-1679, (48 Leyes del Poder, 69, Robert Greene)

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