"Víctor Polanco: Campeón del Juego de la Vida"
TAMBORIL, R.D.- El laureado pintor, caricaturista y escritor de fina pluma, José Mercader, ha trazado con maestría la biografía de Víctor Polanco, ingeniero y deportista de estirpe, reconocido por el ayuntamiento de Tamboril y la Sociedad Civil por sus aportes a este pueblo.
Publicada en el legendario periódico El Caribe, bajo el título "Víctor Polanco: Campeón del Juego de la Vida", esta semblanza sumerge al lector en la historia de un hombre cuya vida se ha construido con la precisión matemática de un ingeniero y la pasión de un atleta.
Entre tabloncillos y cemento, cálculos y estructuras, Víctor Polanco supo edificar su destino con la firmeza del acero y la elasticidad de una malla de voleibol, tensada por los eufóricos aplausos de los fanáticos.
Su nombre resuena en las edificaciones que ayudó a levantar y en las canchas donde su destreza dejó una huella imborrable.
Nació con el temple de los campeones, bautizado con sudor y las lluvias regadas por Dios desde las nubes, pero según escribe Mercader “fue una simple pelota de voleibol, adquirida por trece pesos”, la que encendió la chispa de su pasión.
Aquel artefacto de cuero y aire comprimido , era un presagio de su futuro, un pasaje a la grandeza deportiva, un símbolo de disciplina, esfuerzo y amor por el deporte de su afición: el voleibol.
Escribe Mercader que su educación comenzó “en la escuelita de la profesora Tatá, donde las paredes de palma y el techo de hojas de cana” cobijaron sus primeros sueños.
Sigue diciendo el biógrafo que, más tarde, “su padre, Juan Polanco o don Juan, lo inscribió en el colegio Padre Fortín de Santiago, donde su amistad con Manuel Estrella se forjó con la firmeza del acero”.
El conocimiento y el deporte se entrelazaron en su vida como un partido sin fin, donde cada logro era un punto a su favor.
Narra la publicación periodística que fue en los juegos escolares donde su talento brilló con luz propia.
En la cancha, su destreza con el voleibol lo convirtió en un referente, liderando equipos y desafiando gigantes como el Onésimo Jiménez.
Con la red como frontera, cada saque y cada remate eran un poema escrito con sudor y entrega.
Pero la cancha no fue su único escenario. “En 1978, decidió cimentar su futuro sobre bases más concretas y se sumergió en el mundo de la ingeniería civil en la UCMM, perfeccionándose luego en la Universidad Central del Este.
Allí, entre ecuaciones y estructuras, nunca dejó de ser el fino e inigualable colocador del “equipo de voleibol”, porque para él, la pasión y la profesión nunca fueron opuestos, sino aliados en su carrera por la excelencia.
Deportista incansable, “contribuyó con doce títulos al equipo de Tamboril en los Juegos Municipales, consolidando su legado como un gladiador del voleibol”, relata el biógrafo Mercader.
Pero su impacto no se limitó a los tabloncillos. Como ingeniero, ha sido artífice de importantes obras en Santiago, Tamboril y otras ciudades.
“Su amor por su pueblo se manifestó en su lucha por preservar su historia. Cuando el Club Primavera, esa casona centenaria, se vio amenazada por la carcoma y el olvido, él se convirtió en su salvador. Lo mismo hizo con la casona de Horacio Vásquez, demostrando que su compromiso con la cultura y la historia es tan sólido como sus construcciones.”
Más que ingeniero y deportista, Víctor Polanco es un hombre que ha sabido construir puentes entre el esfuerzo y el éxito, entre la pasión y el deber.
Sus hijos heredan su espíritu libre y luchador, su risa franca y su capacidad de enfrentar la vida como un partido donde cada día es una oportunidad de victoria.
Víctor, sin duda, es un campeón del juego de la vida.
Don Victor Que Honor me hace, yo ser Amigo del Campeon del Juego de la vida! Sin Verlo Jugar Tuve La Ceeteza, de lo Grande Que Fuiste en todas las Canchas donde jugaste en este Divino pais! Gloria Vivien te del Voleyboll Dominicano!! Mis Respetos Señor!!!
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